En su centro se levanta la
Catedral (s. XVI-XVIII), también conocida como “la Manquita”
por su inacabada torre derecha. Este templo, de bellísima factura
renacentista, conserva un interesante conjunto de capillas que
contienen buenos ejemplos de la imaginería andaluza. En el barrio
viejo destacan otras iglesias como la de Santiago (s.
XV-XVIII), con bella torre mudéjar, la de los Mártires,
el Sagrado Corazón y el Santo Cristo de la
Salud.
La Málaga histórica ofrece innumerables
lugares y rincones típicos. Así, puede admirarse la fachada del
Ayuntamiento, de principios del siglo XX, o bien la
plaza de la Merced, presidida por el Monumento a
Torrijos y donde queda emplazada la casa natal del célebre pintor
Pablo Ruiz Picasso. El recorrido por el casco antiguo
ha de pasar por el concurrido Pasaje de Chinitas, la
calle Granada, con el Museo de Bellas Artes, o la
calle Larios, principal arteria del casco antiguo.
La capital malagueña dispone, asimismo,
de amplias zonas verdes, como el Parque, la
Alameda Principal, los jardines de Puerta Oscura y Pedro Luis
Alonso.
Pero no sólo es recomendable la visita
al centro de la ciudad. También merece la pena recorrer y conocer el
sabor cotidiano de los distintos barrios adyacentes, como El
Perchel, El Egido o La Trinidad.
Gastronomía, fiestas y
alrededores
Una buena época para visitar Málaga es
durante la Semana Santa. Esta fiesta, declarada en
Málaga de Interés Turístico Internacional, sobresale
por sus monumentales pasos y por el fervor popular que despierta en
cada barrio. Una de las mejores opciones de alojamiento en la capital
malagueña pasa por el Parador de Málaga Gibralfaro,
ubicado junto al Castillo. Conviene, sin embargo, reservar alojamiento
con suficiente antelación durante esas fechas.
En sus alrededores, Málaga invita
a recorrer una provincia marcada por los fuertes contrastes existentes
entre los pueblos del interior y la costa.
La Costa del Sol abarca
unos 300 kilómetros del litoral mediterráneo correspondiente a la
provincia de Málaga.
Protegida de los vientos del Norte por una cadena
montañosa que en ocasiones desciende hasta el mismo mar, esta costa
protegida es una sucesión de extensas playas, calas semiocultas entre
acantilados, puertos deportivos y fondeaderos para la pesca. El clima
templado, la escasez de lluvias y la brisa marina dan lugar a una
vegetación semitropical en la que son frecuentes las palmeras, los
cipreses, las buganvillas, las adelfas y los hibiscos. La proximidad
de escenarios muy dispares -la montaña, los valles cubiertos de
huertas y el mar- es, sin duda, uno de los mayores atractivos de este
litoral, que reúne todos los atractivos del paisaje y la cultura
mediterráneos. En la actualidad, a los pueblos de aire rural se han
sumado las urbanizaciones, los puertos deportivos, los campos de golf,
los centros de diversión, las salas de fiestas y muchas otras
atracciones turísticas que, afortunadamente, conviven con la atmósfera
tradicional y apacible que envuelve unos cascos urbanos
prodigiosamente conservados iguales a sí mismos. El veraneo de playa,
con todos los atractivos que puede llegar a tener en este rincón del
Mediterráneo, no es, sin embargo, lo único que ofrece la Costa del
Sol: el viajero tiene ante sí la oportunidad de entrar en contacto,
mediante desplazamientos siempre breves, con lo más genuino de la
cultura andaluza. Además de las demostraciones folklóricas que se
ofrecen en los núcleos turísticos, es posible también acceder a lo más
íntimo y vivo de las celebraciones populares. Las fiestas, la Semana
Santa, los certámenes de cante y las corridas de toros Son seguramente
lo más recomendable para aquellos viajeros que no se conforman con lo
primero que encuentran. Degustar los vinos de la tierra en entrañables
bodegas de otros tiempos y saborear el "pescadito", frito con las
exigentes normas de la cocina popular, son las tentaciones en las que
caerán los viajeros que prefieren la agradable sorpresa de la
gastronomía local en la omnipresente cocina internacional.
Los amantes del golf
tienen un aliciente más para visitar Málaga, ya que dispone de una
treintena de campos repartidos por toda la provincia, algunos de los
cuales figuran entre los mejores de Europa.
En el interior de la provincia existen
varios espacios naturales, como el Parque Natural de Los
Alcornocales-Sierra del Aljibe, el Parque Natural de
los Montes de Málaga o el Parque Natural de la Sierra
de las Nieves. Los paradores de Ronda y Antequera
destacan dentro de la oferta hotelera del interior de la provincia.
Los productos del mar y del interior dan lugar a una
gastronomía muy variada. En la costa, el plato más conocido
es el “pescaíto frito” (pescado frito), aunque
también son típicos, entre otros, el arroz a la marinera,
el rape con patatas y la cazuela de fideos.
Las sopas ocupan un lugar de privilegio
en la cocina malagueña, con especialidades como el gazpachuelo
(sopa a base de patata y mayonesa) y el gazpacho malagueño o
ajoblanco (especie de sopa fría con almendras, aceite, ajos y
uvas). Estas recetas pueden acompañarse con los vinos con
Denominación de Origen Málaga.
De postre, las opciones pasan por la
batata (asada o bañada en almíbar), las tortas de
aceite o las pasas de la Axarquía.